Imagen de perfilLEGISLACIÓN CASERA

Almudena Horcajo Sanz 

Cuando un monstruo, invisible y silencioso, llegó a nuestras vidas y las arrasó, supimos que el mundo no tenía muros de hormigón, sino que era, en realidad, un castillo de naipes.
La rápida propagación del maldito coronavirus nos obligó al confinamiento. Pronto, nos dimos cuenta de que esta nueva convivencia, sin normas, no funcionaba. Echando mano de mis conocimientos y experiencia en la materia, toda la familia regulamos, pormenorizadamente, horarios, tareas, ocio… y lo más importante: la forma y frecuencia del lavado de las manos, y el uso correcto de la mascarilla. Ahora, las cosas marchan mucho mejor; para resolver los conflictos acudimos a la conciliación, aunque, no descarto que, si la situación se alarga, lleguemos a celebrar algún juicio.
Sólo el tiempo dirá si alguno de mis hijos sigue mis pasos profesionales. De momento, todos confiamos en que la ciencia encuentre pronto la vacuna que acabe con tanto dolor.

 

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