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Nicolás Montiel Puerta 

El incendio comenzó en la tercera planta, en la sala de vistas del penal número 2. El fallo habitual: la magistrada comenzó a vomitar chispas, poniendo fin al eficiente control de los interrogatorios; luego, al abogado de la defensa se le ocurrió arrojarle el agua de la botellita que portaba en su maletín. Los informáticos, verdaderos responsables de la reciente transformación del Derecho, acudieron enseguida, pero ya no pudieron hacer nada. La juez, modelo Amanda 23.0, se retorcía en su asiento sin dejar de repetir la palabra improcedente.
En la cafetería de enfrente, los funcionarios y abogados en cuyo pecho todavía latía un corazón humano se lamentaban, entre cafés y orujos, del colapso judicial que la inteligencia artificial había agravado.
Yo recordé mis primeras palabras como ministro: “Es un gran desafío, pero con el esfuerzo de todos, vamos a modernizar de una vez por todas la justicia de este país…”

 

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