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Nicolás Montiel Puerta 

Era su último expediente. Y después de archivarlo se jubilaría. Por fin dispondría de tiempo para su familia, para sus amigos, para sí mismo, recuperando esa intimidad durante años postergada por las premuras y las cuitas profesionales. Toda una vida siendo abogado, ejerciendo la profesión con honradez, compañero leal y bienhumorado, elegante en la disputa, prestidigitador de fundamentos jurídicos contundentes y atinados. El listón en todo lo alto.
Y voy yo, educado en sus enseñanzas, y la pifio a las primeras de cambio; además, sin posibilidad de enmienda. Su confianza, precipitada visto lo visto, vapuleada por mi traición. Extravié la documental, esencial para el caso que nos ocupaba, y él asumió la responsabilidad.
Ahora trabajo en la tasca Cinco Farolas, y algunas mañanas lo veo caminar por la acera de enfrente. Si nuestras miradas se cruzan, él siempre me muestra una leve sonrisa.
Fue nuestro último expediente.

 

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