Imagen de perfilPACTOS ENDIABLADOS

Manuel de la Peña Garrido 

Modestia aparte, soy un triunfador. Dirijo un bufete sito en la cima de Torrespacio y la Guía Chambers. Acabo de entrevistarme con los miembros de la Asociación de Afectados por Pactos Diabólicos. Confían en que, tratándose de acuerdos leoninos e inmorales, conseguiré sentencias anulatorias. He aceptado este encargo tan friki. Litigar contra los abusos luciferinos asegura publicidad gratuita en los medios. Prepararé un contundente argumentario contra cláusulas oscuras (más bien negras), renuncias ilegales…
Mi teléfono. Número desconocido: 666. Huele a azufre en mi despacho.

– Se acerca tu hora, vasallo. Pronto me pagarás tu deuda.

Un terrible escalofrío sacude mi espinazo. Recupero escenas sepultadas en mi memoria. Un adolescente mentecato, desesperado dentro de un pentagrama invertido, vende su alma si aprueba Matemáticas. Luego alcanza éxitos correlativos. Y deviene abogado famoso.

Con desquiciada premura, devoro jurisprudencia sobre contratos injustos. No puedo perder el juicio. Me enfrento a un fallo eterno.

 

 

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