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Laura Galindos Reyes 

La sala enmudeció ante el inesperado acontecimiento. El intercambio de incrédulas miradas entre la juez y el guardia de seguridad solo venía a confirmar el inesperado resultado. Los juzgados habían presenciado su ascenso y ahora eran testigos del final de uno de los más grandes abogados de España. Él asumió la paliza con entereza y una triste mirada al suelo. Dubitativo ante las perspectivas de una dorada jubilación que no se cansaba en desestimar, la impunidad sin respuesta de los ataques de su contrario fueron señal suficiente para saber que aquel era el momento de aceptarla.

 

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