Imagen de perfilLa malquerida

Sonia González rodriguez 

Cuando mi padre supo que su primer vástago iba a ser una niña, montó en cólera. Otra mujer en casa no era lo deseable para un campesino rudo, que necesitaba brazos fuertes que le ayudarán en las tareas del campo.
Siempre me sentí rechazada. Convenció a mi madre para meterme en un internado de la ciudad. El tiempo pasó, y perdimos el contacto.
Tuve que creer en mí misma. Confiar en que la justicia y la equidad me permitieran desarrollar mi vocación: ser abogada.
Hoy me han llamado del turno de oficio. Mi cliente acaba de prestar declaración. Al reconocerme tuerce el gesto y rechaza mis servicios. No sé si lo hace porque se siente avergonzado, porque teme las represalias de su hija, o porque su mente arcaica prefiere que le represente un hombre.

 

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