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Alberto Ferran Royo 

Como cada tarde, Antonio visita a su padre en la residencia. Le espera en su habitación, con dos sillas preparadas, dispuesto a conversar. Y es que siempre recuerdan juicios ganados por sorpresa, casos perdidos estrepitosamente, clientes memorables y otros muchos para olvidar. El tiempo es efímero, pero treinta años de ejercicio juntos, padre e hijo, dan para mucho. Hoy se centran en hablar sobre los inicios de Antonio en el despacho. Su padre fue un jefe de ordenar por real decreto, estricto e inflexible. «Solo te quería proteger», confiesa a su hijo.
Lo que el padre de Antonio no sabe es que, ahora, es su hijo quien le protege a él. Las visitas diarias son la excusa de Antonio para ejercitar la memoria de su padre, siguiendo las recomendaciones del neurólogo. Toda la vida se han dedicado a afrontar unidos las adversidades y el Alzheimer no será la excepción.

 

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