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Eva María Cardona Guasch 

Siguiendo a una chica, estudié Derecho. Me convertí en abogado cautivado por una historia.
Recién licenciado, me dejó mi novia y no tuve valor para seguirla. Tampoco para opositar. Me acomodé como pasante en un bufete de aceptable prestigio. En aquel Madrid de movida y excesos, la nueva ley de divorcio ofrecía a los abogados una forma de ejercer la progresía. Pero el primer asunto importante en el que yo intervine tenía un aire clásico: una herencia, un apetitoso patrimonio, antiguos agravios y cuchillos en alto. Me dejé atrapar por aquel caso con tintes novelescos. La fatiga (mental y ocular) por largas horas de estudio de innumerables resultandos y considerandos mereció la pena. Ganamos el juicio aunque luego fui testigo de la pérdida irremisible del apego entre familiares supérstites. Entendí que litigar y ganar no implica necesariamente un final y mucho menos feliz. Aún así, me gustó. Continuará.

 

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1 comentario

  • Esta vez has optado por el microrrelato por entregas. Pero, claro, la naturaleza del relato cambia: pasa de ser micro a ser, sin más, relato, construido a base de micros. Bueno, la verdad, una película se compone de escenas (a su vez integrada por fotogramas); y una escena podría ser el equivalente a un micro, tan cerrada y abierta al tiempo, como lo es el relato cortísimo.

    También mis comentarios y mis votos continuarán, siguiendo la retahíla de tus micros.

    Suerte, Eva María.