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Almudena Horcajo Sanz 

Me comí las uvas con desgana. Convencido de que nada podría ir a mejor, me ahorré fijarme buenos propósitos. Barruntaba la desgracia, y llegó. Nada más comenzar el año, la empresa me comunicó el despido. Alegan que necesitan a alguien más eficiente. Son tajantes, no les sirvo para nada, ni siquiera contemplan la posibilidad de una negociación.
Me ha robado mi puesto la llamada Inteligencia Artificial. De buena gana la denunciaría por ladrona pero, me ha dicho mi abogado que no hay ley que la condene, que las máquinas no van a la cárcel. Para colmo, la muy cínica, con una palmadita en la espalda, me ha deseado suerte y me ha aconsejado que me reinvente. Resignado, se lo he agradecido y, como a pesar de todo, me ha resultado atractiva, hemos acordado encontrarnos en mi segunda vida en la que ya estaré reencarnado en un apuesto robot.

 

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