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ÁNGEL SAIZ MORA 

Mariano y yo apenas encendíamos el televisor, al contrario que nuestros amigos, fanáticos de las series, con los que cada vez nos quedaban menos temas para conversar. Por simple integración social seguimos su ejemplo durante meses, aunque no acabase de llenarnos.
El año que comenzaba, receptor de buenos propósitos, fue una oportunidad para empezar algo distinto.
No es mi especialización, pero aprendo rápido. Por las noches me dedico a asesorar de forma online a personas inmigrantes sobre visados de residencia, reagrupaciones familiares e integración. No cobro nada. Mi marido prepara platos que dona a la parroquia. Sabemos que es insuficiente para erradicar la pobreza global, pero nunca habíamos dormido tan bien. Aunque lo mejor es cuando quedamos con los amigos. Mariano y yo ya no hablamos de series, ellos tampoco, ahora enmudecen para escuchar nuestro entusiasmo, mientras piensan en qué podrían hacer.

 

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