Imagen de perfilEL OLIVO

Javier Puchades Sanmartin 

Cuando aparecieron en mi despacho la señora Manuela y su nieta, nunca imaginé que su caso sería el más emocionante desde que empecé a ejercer como abogado medioambiental.

Me mostraron la fotografía de un solitario olivo, junto a una carretera. Me explicaron que lo habían intentado todo para salvarlo y que yo era su última esperanza. En unas semanas, comenzaban las obras de la autopista A-39, que acabarían con él. Les dije que sería difícil demostrar que era un ecosistema sostenible. Tampoco podía jugar la baza de la diversidad de flora. Era solo un olivo, ni siquiera centenario. Lo único probado era la degradación del paisaje. Les indiqué que necesitaba una razón de peso para poderlo proteger, y así, pleitear contra la mayor constructora del país. Con la emoción, la señora Manuela no podía hablar. Entonces, su nieta me dio la respuesta: «Bajo ese olivo está enterrado mi abuelo».

 

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