Imagen de perfilÚltima palabra

Miguel Ángel Moreno Cañizares 

Estábamos en la sobremesa, tras la comida de Navidad, cuando sufrí un tremendo golpe en la cabeza que me hizo caer redondo. No sé cómo se produjo, ni si fue a propósito, pero quedé paralizado durante varios minutos. Nadie vio nada, aunque había claros indicios de agresión. Definir la situación que sobrevino después mezcla surrealismo y parodia. Mi sobrino Carlos, en primero de Derecho, se prestó a defender al principal sospechoso, fuera quien fuera. El salón se convirtió así en un circo mediático donde todo el mundo acusaba al otro. Mi padre señalaba a mi suegro, su enemigo íntimo; mi suegra a mi hijo mayor, por no hacerle caso. Mi mujer, a su hermana, celosa de nuestro amor. Tuvo que ser mi cuñado, cómo no, quien dijera la última palabra. Envuelto en la toga de juez, con tono circunspecto resolvió, ante los presentes, declarar culpable al mayordomo.

 

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