La toga

Antonio Velasco Martín 

Un abogado forastero y novato como yo buscando el edificio nuevo de los Juzgados de ¡µvila, a cinco minutos de la vista. En Madrid tendría más lógica… Dicen que los buenos abogados hacen defensa de sus asuntos como propios y los sufren como ajenos, pero yo todavía me encontraba en la fase de sufrir todos los asuntos como propios y defenderlos como bien podía; lo peor es que a perro flaco todo son pulgas, y en este caso la pulga fue mi toga. Una toga que dejaba al descubierto mis antebrazos y que el cruel destino me puso encima al llegar con tal síndrome de estrés al Juzgado. Nunca sabré si la sorprendente técnica escénica de permanecer en el estrado como un portero de futbolín, sin sacar los brazos, tuvo algo que ver, pero la Justicia nos fue favorable… y sin manos, como dicen los chavales cuando van en bici.

 

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