Vicente Küster Santa-Cruz

Microrrelatos publicados

  • Vértigo

    La primera vez que se hizo la prueba dio positivo. No sabía qué hacer, a quién contárselo primero, o qué reacción provocaría entre sus compañeros de despacho. Sumida en un mar de nervios, llevaba seis días confinada en casa leyendo noticias poco alentadoras sobre el coronavirus, haciéndose mil preguntas. La brecha de edad con sus padres era evidente, y en nada ayudaría exponerles a una noticia que ni ella misma hubiera sospechado. Había coincidido un par de veces con su última pareja durante los últimos meses. Salvo eso, su vida transcurría en permanente soledad. Se preguntaba si era mejor discriminar a sus padres y ocultarles de momento la verdad, o darles la noticia sin más, pese a la desigualdad de pensamiento y mentalidad. Mientras pensaba en la mejor oportunidad para decirlo, sola y frente al espejo, ensayaba una y otra vez: Mamá, estoy embarazada.

    | Marzo 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 11

  • Conmoción

    Pedían 300.000 euros por el rescate. A falta de decretar lugar y hora de la entrega, el cartel sobre el parabrisas avisaba: o pagaba o no volvería a ver a mi mujer. Mi abogado, a la sazón mi suegro, sugirió guardar silencio. Tardó tres horas en reunir el dinero. Algo nada llamativo, a juzgar por su ingente fortuna amasada como promotor urbanístico. Pasé la noche en vela pensando en ella, imaginando cómo estaría. Al día siguiente acudí solo al lugar acordado. Al poco de llegar, un joven desaliñado señaló un garito y me espetó: 'Ahí está tu mujer. Dame la bolsa y no hagas tonterías'. Entré rápido a por Elena. Estaba alegre y radiante, como siempre. Pidió dos copas al barman, abrazó su elegante bolso de piel y, ante mi asombro, me susurró al oído: "Todo bien cariño. Ya te explico. No le cuentes nada a tu abogado".

    | Junio 2019
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 11

  • Aturdimiento

    Era mi último pleito y estaba tan nervioso como en el primero. O quizás por eso. La comunidad de propietarios había denunciado a mi cliente por provocar daños a la terraza principal. A ello se sumaba que no pagaba los gastos desde hacía años. Era un martes cualquiera de mucho viento. Las palmeras del paseo parecía que iban a despegar. Había tratado de conciliar con la comunidad un par de veces, sin suerte. Así que allí estaba yo en el juzgado, con mi camisa impoluta, la sonrisa de serie y la voluntad intacta de defender a mi cliente de lo que parecía un fracaso seguro. Entonces sucedió algo. Mi cliente se acercó y me dijo: "Don Carlos, sé que es su último juicio. Así que he decidido pagar. Puede jubilarse tranquilo". Solo entonces oí el despertador y recordé que tenía una hora exacta para estar en el juzgado. Último esfuerzo.

    | Febrero 2019
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 8

  • Descuido

    Un problema con una linde me trae hoy al juzgado. Dice el abogado que el caso está bastante claro, que no tengo de qué preocuparme. Eso espero, porque sus honorarios no son precisamente discretos. Mientras aguardamos a que nos llamen para entrar, dirijo la vista a la calle en busca de un punto en que distraer la mente. Mañana pasaré el día con la familia en la playa, retozaré en la arena como un niño para luego darme mi primer chapuzón estival. Si el fallo es favorable -insiste el letrado tras devolverme a la realidad- se acabaron las visitas al registro y al catastro. Desde que hace años solicitamos la licencia de construcción llevo esperando este momento, cada día. Porque... ¿conservas la copia de la licencia, verdad? -pregunta. En medio del calor sofocante, un escalofrío recorre mi espalda de arriba abajo. Mi abogado observa. Sonrío. Tendré que investigar.

    | Junio 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 2

  • Tormenta de nieve

    Otro día más nevando, qué decepción. Son ya seis jornadas sin poder salir del pueblo por el temporal. Bomberos y Guardia Civil hacen lo que pueden, que es poco. Y aquí seguimos, esperando una tregua en forma de ligera mejoría que no llega. Cada mañana Matilde nos trae en una cesta comida casera que ha preparado. No hay quien resista este frío con el estómago vacío. Para un abogado ducho y estresado como yo, la idea de relajarse una semana en la Cantabria infinita sonaba fascinante. Qué puñetas, el despacho saldría adelante sin mí por unos días. Pero las jornadas pasan, el juicio se aproxima y la paciencia de mi cliente vip tiene fecha de caducidad. -Márcalo más-, le insisto al tatuador, que trabaja incesante sobre mi brazo la frase "Tresviso -18". El tatuaje debe ser convincente. Solo así el cliente podrá apreciar la impotencia de permanecer incomunicado. ¡Maldita sea!

    | Enero 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 3