Vanesa Granada
Microrrelatos publicados
El relator
Mi abuelo fue un gran abogado. Ya se había jubilado cuando nací, pero recuerdo que hablaba de sus actuaciones orgulloso como un pirata contaría sus aventuras por islas recónditas descubiertas por el azar del viento. Eran tan emocionantes que nos reuníamos los niños de la comunidad de vecinos en casa, él se ponía su antigua toga sobre su camisa y relataba sus historias. Que si una vez logró conciliar a un gigante y al gnomo que entraba en su castillo a pellizquearle la nariz mientras dormía; que si libró de la cárcel al Ratoncito Pérez acusado de allanamiento de morada; que si defendió en un pleito a un dragón enamorado de una princesa...; y así una maravilla tras otra. Ahora, de mayor, sé que eran solo fantasías, pero como él las ha olvidado, cuando está nervioso o llora, se las susurro para que sonría como cuando triunfaba en los juzgados.
| Febrero 2019
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 8Reality show
Primero pasé el casting de delicuentes, al que se presentaron miles de maleantes. Los doce seleccionados éramos un glosario del mal: ladrones, malversadores, traficantes... Nos encerraron en una casa con celdas, y emitían nuestra convivencia en directo por televisión e internet las 24 horas. Cada uno de nosotros teníamos un abogado que nos defendía en los debates para que nos ganáramos a la opinión pública y nos salvasen de volver a la cárcel con una cautelar, si conseguíamos ser el delincuente favorito de la semana. El juez, según el porcentaje de votos de la audiencia, debía sentenciar y considerar culpable al menos votado. Salí vencedor del programa y me declararon inocente del robo al banco que cometí a punta de pistola. Parecía un héroe, incluso me hicieron un club de fans. Pero, ahora soy tan famoso que me persiguen las cámaras hasta cuando intento robar un helado en el parque.
| Agosto 2018
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 9La revolución de los desdentados
A mis 73 años estaba harta de sufrir la tortura de llevar dentadura postiza. Así que, exprimiendo mi pensión y dejando en los huesos a la nevera, acudí a una clínica dental 'low cost' que anunciaba milagros odontológicos en su publicidad. Un engaño. Pagué, me implantaron un armazón metálico en las encías y me dieron cita para colocarme los dientes en esta estructura tan horrenda que mi nietecito dice que parezco un robot. Pero la cadena dental cerró de repente y nos dejó tirados a todos los clientes sin poder comer casi nada, migajas de pan y agua. Por suerte el colegio de abogados me ha conseguido un letrado de oficio para declarar en el pleito. Y sigo luchando por mis dientes: hoy he venido a Madrid y ahora, junto a cientos de desdentados, estoy en una manifestación con una pancarta en mano: "Por nuestras muelas que vais a juicio".
| Julio 2018
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 1