Plácido Romero Sanjuán

Microrrelatos publicados

  • Pobre

    Aquel vagabundo se convirtió en beneficiario de justicia gratuita, pero asistir a su defensa no resultó sencillo: los acusadores se mostraron inclementes y, lo peor, él no movió un dedo para ser absuelto. En todo momento se negó a mi asesoramiento y orientación. Le planteé varias posibilidades. Lo más sencillo, declararse loco. Hoy en día, no resulta difícil; basta con un certificado médico. Pero se negó. Me dijo que él no estaba loco. Por lo tanto, traté de alegar que lo que preconizaba estaba planteado a nivel teórico: por supuesto, no iba a enfrentarse a la autoridad. Tampoco conseguí nada. Estuve a punto de tirar la toalla. Me sorprendió que me pidiera que siguiera; no quería ningún aplazamiento. La verdad, tenía cierta aura. Yo mismo era vulnerable a su elocuencia, que tantos seguidores le había hecho ganar. Por supuesto, fue condenado, que es lo que quería. Pobre Jesús de Nazaret.

    | Julio 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 21

  • Dumping

    Supe que el nuevo iba a dar problemas cuando colgó aquel gran cartel: Divorcios, 200 euros. No le hice caso: construir una sólida reputación me había costado 25 años. Sin embargo, al cabo de un mes, añadió más tarifas: Herencias, 300; Desahucio de segunda vivienda, 200; Rentas, 25. Poco a poco, empezó a notarse el bajón. Tuve que contraatacar. Comencé a cobrar los divorcios a 150 euros y las herencias a 250. Él bajó la tarifa de divorcios a 100 y empezó a hacer gratis las declaraciones de la renta y las transmisiones de un bien urbano. No podría conmigo; soy alguien muy resiliente. Cobré los divorcios a 50 euros. Divorcios gratis, prometió él. Je, je. ¿Imaginaba que podría conmigo? Estoy hecho de un material duro. Comencé a pagar 100 euros a todos los divorciados.

    | Marzo 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 3

  • Inocencia

    Debí sospechar cuando un día, hojeando su agenda telefónica, vi una página entera llena de nombres de abogados. Tenía hambre de conocimiento, claro, pero nunca imaginé que hubiera algo ilegal en lo que hacía. Me había dicho que llevaba un negocio de suministro bajo demanda que estaba en pleno crecimiento. Supuse que los abogados eran para ocuparse de las cuestiones administrativas. Quizá quise proteger la vida despreocupada que llevábamos juntos. Qué ingenuidad la mía. Estuvimos juntos durante casi dos años y no sospeché nada. Es el argumento que esgrimirá el abogado que han contratado mis padres en el recurso que presentará en pocos días; sé que no servirá de nada. Mi inocencia acabó la mañana en la que la policía irrumpió en nuestra casa y nos llevó detenidos. Todo cobró sentido cuando aquel inspector me preguntó:
    –¿Y cómo se os ocurrió entrar así la farla?

    | Febrero 2021
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 2

  • El Gobierno prometió

    Pues sí, señor, yo antes era abogado. ¡Qué tiempos aquellos! Los echo de menos. Que un cliente te planteara un caso. El reto de sacarlo adelante. Noches y noches estudiando jurisprudencia y revisando sentencias. Los nervios del día del juicio. La incertidumbre antes de que saliera publicada la sentencia. El escalofrío cuando llegaba el mensaje del procurador. El triunfo o el fracaso. Todo eso acabó. Y lo entiendo. El clima había enloquecido. No se podía respirar en las ciudades. Los vertederos no admitían ni un solo residuo más. También nosotros debíamos aportar nuestro granito de arena. La huella de carbono del sumario más sencillo era intolerable. Yo estaba convencido. Voté a favor de la justicia sostenible. El Gobierno prometió que se ocuparía de nosotros, pero ya me ve. Por lo tanto, señor, entrégueme la cartera y el móvil o tendré que pincharle con esta navajita.

    | Octubre 2019
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 16

  • El número 4251

    Leyó que habían encontrado otro cadáver en la pradera de Ordiales. Se le escapó una sonrisa: de nada le había servido esconderse en Asturias, pensó. Tampoco esta vez la policía había hallado ninguna muestra de ADN que ayudara a solventar el caso. El muerto tenía el número de colegiado 4249. Al asesino sólo le había costado dos semanas dar con él. Ahora le tocaba al número 4250. ¿Dónde estaría escondido? La pandemia criminal que estaba acabando con todos los miembros del colegio de abogados parecía no tener fin. Se quedó pensando un rato, hasta que advirtió que el inquieto meneo de sus piernas se había vuelto compulsivo. ¡Tranquilo, tranquilo! Advirtió que estaba gritando porque un pingüino que había al otro lado de la bahía se arrojó asustado al agua. Resopló. Quizá a él no le encontrara. Y, en cualquier caso, no le tocaba todavía. Él era el número 4251.

    | Mayo 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 1

  • Querella infernal

    Después de años saltándose normas y atravesando líneas rojas, a Ginés Valderrábano, no le asombró acabar allí. Incluso le habría sorprendido que su condena fuera otra. Sin embargo, pasado un tiempo, Valderrábano encontró que aquel lugar no cumplía sus expectativas; lo había pasado peor en algunas audiencias previas. Cuando advirtió que los estúpidos guardianes no se tomaban su trabajo con demasiado celo, tuvo una idea: satisfaría su gusto por litigar. Exigiría que se le aplicaran con todo el rigor posible los castigos que merecía.
    Valderrábano preparó su argumentario sin premura, cuidadosamente: después de todo, disponía de todo el tiempo del mundo. Redactada la querella, no supo dónde presentarla. Decidió, por fin, entregársela al primer mentecato que viera con el encargo de dársela a su jefe. Pensó que no tendría que preocuparse qué juez le tocaría por turno correlativo. Allí, en el infierno, Lucifer era el único juez.

    | Abril 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 7