Imagen de perfilEl número 4251

Plácido Romero Sanjuán 

Leyó que habían encontrado otro cadáver en la pradera de Ordiales. Se le escapó una sonrisa: de nada le había servido esconderse en Asturias, pensó. Tampoco esta vez la policía había hallado ninguna muestra de ADN que ayudara a solventar el caso. El muerto tenía el número de colegiado 4249. Al asesino sólo le había costado dos semanas dar con él. Ahora le tocaba al número 4250. ¿Dónde estaría escondido? La pandemia criminal que estaba acabando con todos los miembros del colegio de abogados parecía no tener fin. Se quedó pensando un rato, hasta que advirtió que el inquieto meneo de sus piernas se había vuelto compulsivo. ¡Tranquilo, tranquilo! Advirtió que estaba gritando porque un pingüino que había al otro lado de la bahía se arrojó asustado al agua. Resopló. Quizá a él no le encontrara. Y, en cualquier caso, no le tocaba todavía. Él era el número 4251.

 

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