PAOLA ANDREA ROCCA TARGARONA

Microrrelatos publicados

  • La fama

    Lo último que quería era verse envuelto en aquel circo mediático, sabiéndose protagonista de las próximas tertulias de sobremesa, pero para él, una persona tímida ante las cámaras, era un pequeño precio a pagar por crecer profesionalmente. Procurando mantener un gesto firme, carraspeó varias veces sin otro propósito que disponer de un par de segundos más para pensar... Le invadía una sensación difícil de definir, mezcla de nerviosismo, satisfacción y, por qué no decirlo, de incertidumbre. Demandantes, sospechosos, inculpados... Muchos trabajos a sus espaldas, pero todos al servicio de personas anónimas. En otra época se hubiese declarado seguidor del equipo de fútbol para el que jugaba su nuevo cliente, pero ahora quizá era mejor mantener sus gustos deportivos al margen. Tomó aire.

    | Enero 2018
     Participante

  • El olvido

    Hoy, me detuve a observar a una chica que me recordó a mí misma hace 10 años, cuando la vida aún no me había alejado de mis sueños. Repasa con los dedos las cuentas de su collar y mueve sus labios mudos mientras lee. Su lenguaje corporal me dice que le falta confianza... Quizá no es consciente del privilegio que supone estar sentada en esta biblioteca. Pobre, la edición de la Ley de Enjuiciamiento Civil que consulta no está actualizada. Tras un breve momento de indecisión me acerco y se lo digo. La chica abre la boca pero no dice nada, solo me mira con unos enormes ojos de arriba a abajo y finalmente, tras fruncir el ceño, me da las gracias sin mucho énfasis. Mientras me alejo empujando mi carrito de utensilios de limpieza, noto como me mira de soslayo. Casi lo olvido aparcado a su lado.

    | Febrero 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 6

  • La anécdota

    "Rompí a sudar bajo aquel traje de chaqueta que había mermado mis ahorros. Atrás quedaban los años de infancia en los que solía jugar a los juicios. Busqué refugio en la mirada de mi cliente, pero un fugaz gesto que hizo con sus cejas, me recordó que era yo quien debía inspirarle confianza a él. Mis ojos empezaron a moverse por la sala de vistas a su antojo; osados, se detuvieron sobre la cara de gesto serio del juez, que había comenzado a peritar mi actuación desde que cruzase el umbral de la puerta. Había construido aquella situación mentalmente un millón de veces, pero estar allí de pie, siendo el centro de atención...
    Cuando me quise dar cuenta, tenía los ojos cerrados y alguien me daba golpecitos en la cara."
    No me importa que repita sus historias. Bajo sus arrugas, cuando habla, se siente joven otra vez. Reímos a carcajadas.

    | Septiembre 2015
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 1

  • El acusado

    Cuando estudiaba derecho pensaba que esto sería pan comido. Sin embargo, tras el hallazgo del extenso informe médico acerca del trastorno de identidad disociativo que sufre el acusado, la sola idea de que pudiese verse mermada su condena por un eximente derivado de su enfermedad me atormenta. He pasado horas navegando en cuantas academias de medicina virtuales pude encontrar, esperando que ello me pudiese ayudar a comprender cómo funciona su mente. Puede que mañana renuncie a defenderle, nunca lo descarto; pero la realidad es que esto comenzó hace demasiados días y demasiadas noches y cada mañana vuelvo a levantarme y leo el informe como quien estudia un programa electoral, como si pretendiese rebelarme contra mi propia figura de abogado defensor y suplicar al juez una sentencia condenatoria para mi cliente. Lo que no entiendo, su señoría, y ruego se me explique, es qué hago sentado en el sitio del acusado.

    | Abril 2015
     Finalista
     Votos recibidos por la Comunidad: 5

  • Su señoría

    En sus ilustraciones, mi hija de cuatro años, suele retratarme ataviada con una toga que ondea al viento, en pose propia de algún héroe infantil. No tengo superpoderes, aunque a menudo sueño con desarrollarlos. Como cada mañana, salgo de casa forjando el plan del día en tanto el café hace su trabajo. Hago una parada exprés en la puerta del aula matinal mientras voy pensando en el "presunto" del decomiso de drogas que voy a ver en unas horas. En la sala de lo penal, la jornada es escuchar testimonio, sentenciar, y repetir la operación hasta que vuelvo a casa y continuo, adelantándome al futuro, elaborando lo que vendrá a ser la jornada del día siguiente entre lavadora, baño y cena. Es entonces, al encontrarme en la cúspide del agotamiento mental, cuando una voz pide a su señoría que le lea un cuento. Sin dudarlo, resuelvo atender la petición.

    | Febrero 2015
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 2