Imagen de perfilLA HERENCIA

María Eugenia Aguilar Merino 

Era el quinto abogado que visitaba. No entendía las reticencias que mostraban hacia la cláusula que yo quería añadir. «Va contra la ley», exclamó el primero, alarmado como si el documento lo tuviese que firmar él. «La ley evita la barbarie», añadió levantando un dedito didáctico y acusador. Lo dejé con la palabra en la boca. «Señora, lo que usted quiere es muy especial», dijo el segundo como rebuscando las palabras, para finalizar con un «abreviando, es una locura». El tercero calificó mi idea de muy original, pero no aplicable hasta que sometiesen a la ley a una contundente reforma. El cuarto, con ojos cansados, me pasó la tarjeta del abogado al que ahora espero en una prometedora sala luminosa y ultramoderna. Entro al despacho esperanzada. Seguro que un tipo tan a la última entenderá que, allá donde esté, quiera divertirme mientras mis sobrinitos se destrozan por conseguir mi herencia.

 

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