Imagen de perfilFraternidad forzada

SANDRA MONTEVERDE GHUISOLFI · La Unión 

Leguleyo le llamaba su hermano, siempre despreciando sus logros, como si él no hubiese tenido el mismo acceso a los estudios. En lo que se diferenciaban era en la voluntad, la suya era férrea y la de Pedro casi inexistente, aunque él justificaba todo aludiendo a sus numerosos (e imaginarios) problemas de salud.
Habían llegado a una edad en la que, además de proteger y vigilar a Pedro, propenso a atiborrarse de cuanto medicamento cayese en sus manos, él debía ejercer su carrera con la sempiterna presencia de su hermano, siempre pronto a denostarle y vilipendiarlo ante quien fuera, para luego reírse abiertamente de su infelicidad, en cuanto quedaban solos.
Cuando ya no pudo más acabó a puñaladas con la existencia de Pedro. Mientras la vida se escurría por las heridas, su hermano tuvo el descaro de recordarle que nacieron, vivieron y morirían juntos, por algo eran siameses.

 

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