Imagen de perfilEL VIEJO

Raúl Ortiz Fernández · Cantabria 

Vigilar y proteger a este anciano sentado frente a mí, de edad indeterminada entre la de Matusalén y el universo, es el encargo más absurdo que he recibido de mis socios de bufete. Un viejo decrépito, inmóvil, que me mira embobado como las momias del Perú… ¿Vigilar qué? ¿Que no le dé un acceso de tos en la sala de espera? ¿Que no se cague? ¿Que no haya que llevarle al Centro de Salud o, más probablemente, a la incineradora?
¿Qué pretenden mis socios? ¿Me están apartando a MÍ, al fundador de la firma, de la decisiva reunión que están manteniendo con el fiscal? ¿Me están diciendo educadamente a MÍ que ya no sirvo más que para recibir a los clientes rancios? ¡YO, que estoy en mejor forma que nunca! ¡Menuda afrenta!
¡Viejo chalado, deje de mirarme de una vez! ¡Deje de señalarme! ¡Salga inmediatamente de mi espejo!

 

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