Imagen de perfilEl veredicto y la letra chica

Jorge DarÍo Santarelli Piriz · La Coruña 

El juicio a la aseguradora ya estaba durando demasiado, su cliente había pagado religiosamente las cuotas para el acceso a mejor atención para proteger su salud. La letra chica, apenas legible en algún lugar del contrato de varias páginas indicaba no cubría la costosa operación a partir de cierta edad sin un prepago extra. El centro de salud privado ni siquiera quería vigilar el avance de la enfermedad que terminó por matar al demandante.
El magistrado había fallado aunque tarde, en favor de la aseguradora sin pizca de humanidad obedeciendo la letra fría y tramposa de la burocracia.
Lamentable, cuando el juez enfermó no le atendieron; éste no le había dado importancia a la letra pequeña al final de su contrato de salud privado que rezaba: “Las condiciones de este contrato pueden cambiar sin previo aviso”. Su problema no estaba incluido en la lista de atenciones sin un costoso prepago.

 

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