Imagen de perfilAnelisse

Jorge Valín Barreiro 

Maldita la hora en que acepté aquel trabajo. Me situaron frente a un muro con una puerta blindada, proporcionándome uniforme, fusil láser y unas llaves.
—Debes vigilar el acceso, tienes que protegerlo con tu vida —dijeron.
—¿Tan importante es?
—Ya no. Lo que nos da podemos obtenerlo de forma artificial, pero…
Pasaron los meses. El aburrimiento se convirtió en mi única compañía, hasta que formamos un trío con la curiosidad. Entonces entré. ¡Era tan hermoso! el último superviviente de su especie. No pude resistirme a tocarlo, me llevé a escondidas un poco de su esencia; Anelisse, la bauticé según crecía. Gasté lo ganado en pagar un abogado, que no consiguió librarme de la perpetua.
Ahora languidezco en esta celda, mientras el mundo se pudre en su soberbia. Como deferencia a mi edad y maltrecha salud, el juez me permitió traer a Anelisse, mi único consuelo. ¡Mi preciosa y bienamada bonsai!

 

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