Imagen de perfilBlanco y en botella

Mikel Aboitiz 

A la primera oportunidad, y sin género de dudas, el empresario López, haciendo gala de un refinado estilo olímpico, se salta la barrera de la legalidad al difamar en público a su rival, el comerciante Estrada. Alarmado, Torres, segundo socio de López, recurre como mediador a Ríos, tercera pata de la firma, quien, incapaz de conciliar ambos bandos, recomienda a Arranz, oscuro personaje, especialista a partes iguales en terapias de pareja y vudú haitiano. A su vez, la secretaria Díaz, cuenta a su novio Octavio todo este desbarre. Octavio, ortopeda y gran aficionado a los crucigramas, la escucha atento, anotando metódico en cada línea de un cuadernillo todos los nombres, el suyo incluído (López, Estrada, Torres, Ríos, Arranz, Díaz, Octavio) uno bajo el otro. Cuando acaba, se palmea las piernas triunfal, exclamando: «¡Increíble, justo lo que necesitáis tenía que aparecer aquí! Es de sentido común. Lee el acróstico vertical».

 

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