Le vi al enfilar el pasillo
JOSÉ ENRIQUE IZQUIERDO REVILLA · MadridLe vi al enfilar el pasillo, junto al ventanal iluminado por un otoño macilento, arropado en su sillón con la manta a cuadros, regalo de Reyes. Siempre me duele verle así, marchito, en un triste asilo, solo. Tantos años de lucha, batallando una y mil guerras por defender el derecho de cualquier pobre miserable. «¡Julia, hoy ponme cocido que hemos ganado!» «Y cobraremos, ¿no?», contestaba mi madre. «Bueno… Sí, sí, claro», le mentía mientras ella fingía creerlo. Aún recuerdo sus últimas palabras antes de que perdiera la voz. Me pidió la mano, la estrechó todo lo fuerte que el ictus le permitió y dijo: “Gracias, mi pequeño Atticus”. Nunca más ha vuelto a hablar. Muerta mi madre, sin más fronteras que conquistar, yace en vida con los recuerdos que quizá conserve y con el beso que, día a día, le doy cuando paso a verle antes de ir al juzgado.