Imagen de perfilLA LETRA Y EL ESPÍRITU

ÁNGEL SAIZ MORA 

Mis padres me aconsejaban que sentase la cabeza, rebosante de fantasía. En su opinión, ya no tenía edad para que los cómics de superhéroes llenasen los estantes del dormitorio y parte de mis horas.
Esa afición me condujo a ofrecerme voluntario para probar una nueva vacuna. Anhelaba experimentar alguna mutación prodigiosa como efecto secundario, un atributo singular que pondría al servicio de la sociedad. Nada sucedió, claro, pero el baño de realidad fue decisivo para promover un cambio en mi vida.
Tengo los mismos sueños, solo han variado de color. Sé que nunca llevaré una capa verde o roja, pero sí una toga negra. En mi cuarto hay ahora manuales de Derecho Romano, Civil o Penal. Intercalar las queridas revistas de aventuras entre sus páginas no solo ayuda a su conservación, también mantiene viva la solidaridad y entrega sin límite que aplicaré en mi futuro oficio.

 

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