Imagen de perfilEl legado

Angel Luis Fernández Sanz 

Un libro sucio, viejo.
No parecía gran cosa, ni siquiera como recuerdo.
De todos los que había en la casa, fue el único que se salvó.
Tuvo el valor de cogerlo de la estantería en llamas y salir con él de aquel infierno.
Código Penal, primera edición, 1848.
Lo limpió con mucho cuidado.
Contenía trozos de papel, con notas, de todos aquellos que lo habían utilizado sucesivamente durante su educación.
Perfecta caligrafía con la que comentaban los pasajes más oscuros del texto.
Antepasados que habían iniciado el camino en el difícil mundo del derecho, con la ilusión por luchar defendiendo valores como la justicia y la equidad.
Empezó a leer.
Comprobó el cuidado utilizado con las palabras, la precisión de los términos, y el espíritu innovador con que se había forjado.
Era la cuarta generación de abogados, y por fin había encontrado la esencia que les había unido a todos.

 

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