Imagen de perfilSólo su abogado

Elena Lechón Fleta 

Abrí la puerta del despacho y ahí estaba de nuevo Don José, por quinta vez esta semana. Con un fugaz gesto le invité a pasar a mi refugio profesional.
Ahora quería peritar unos terrenos de su pueblo, se había decidido y los iba a vender para formalizar un plan de ahorro.
Al principio, cuando lo conocí, algo no me encajaba en él. ¿Un señor encantador y educado que sólo tenía como intención jugar conmigo a marear la perdiz? Sin embargo, por fin lo he comprendido, he visto el brillo en sus ojos cuando habla.
Ahora lo entiendo, su verdadero problema no podré resolverlo en los juzgados, ni con acuerdos o con una buena pericial. Su problema es mucho más grave, se llama soledad.
Por eso viene, porque mientras está sentado frente a mí, recupera la sensación de sentirse escuchado por alguien, aunque este alguien sólo sea su abogado.

 

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