Lazos de sangre

Montserrat Acevedo Jiménez de Castro · Madrid 

Tras recibir la cédula como abogado, mi primer caso profesional fue digno de mención. Por error administrativo, la explotación de uno de los chiringuitos del paseo marítimo había sido adjudicado a la vez a dos de los solicitantes, con aparentemente los mismos derechos legales. Fui nombrado para llevar a cabo el arbitraje de la disputa y, de paso, aunque sin pretenderlo, me pusieron la soga al cuello cuando se supo la identidad de los implicados. Uno de ellos era un primo lejano mío y el otro, primo segundo de mi mujer. ¿Cómo quedar bien con el uno sin quedar mal con el otro? O lo que viene a ser peor: ¿cómo no quedar mal con ninguno de ellos? ¡Qué mala pareja hacen el rigor profesional y los lazos de sangre…!

 

 

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