ÁLTER EGO

Cristina Palacios Cobos · Madrid 

Hace dos veranos encontré a mi doble. Siempre he pensado que todos tenemos uno, en algún lugar del mundo. El mío resultó ser el dueño de un chiringuito. Él también me reconoció. Yo no daba crédito. Aunque parecía tener algunos años menos y el cuello más corto, la coincidencia física era asombrosa, y me dije, “no puedo dejar pasar esta oportunidad”, así que le propuse intercambiar nuestras cédulas de identidad. Para mi sorpresa, la idea no le pareció descabellada. “Estoy soltero y soy abogado de profesión”, le previne. Pero él se mostraba entusiasmado ya que, según me contó, era fan de las películas y series de abogados. Decidí, por tanto, formalizar aquella relación: cada uno asumiría las obligaciones inherentes a la vida del otro y cualquier controversia sería sometida a arbitraje. Quedamos en volver a vernos un año después… Él, visiblemente más delgado, me suplicó entonces recuperar su vida.

 

 

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