Taquígrafo

Mayte Martín Tejada · Madrid 

Las manos de la funcionaria volaban por encima del pequeño taquígrafo. Habitualmente se podía permitir el lujo de pensar en sus cosas mientras transcribía automáticamente el más mínimo comentario que se pronunciase en la sala. Pero hoy todo estaba resultando más complicado. El catarro le embotaba la cabeza. Que el juicio fuese tremendamente aburrido no contribuía a mejorar su estado. El abogado agobiaba al testigo con detalles sobre la última reforma de la ley y cómo había afectado el cambio de jurisdicción. Una mosca sobrevoló la sala en dirección a la bombilla de su lamparita y depositó algo. ¡Premio! Aquello había sido lo más emocionante del día. La voz del juez tronó en la sala en su dirección; “¿puede por favor repetir las ultimas palabras del testigo?”. ¿El testigo había dicho algo? La taquígrafa miró sus notas y tragó saliva. “Cagadita de mosca“ no parecía una respuesta coherente.

 

 

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