El nivel 30 del purgatorio

Rubén Cabrera Martínez · Madrid 

Como un catarro que no se va, como una piedra en el zapato durante todo el camino de Santiago. La reforma del piso de abajo ha pasado de ser una molestia a una tortura, ha trascendido a jurisdicción penal. Con holgura. Bajo la luz de la enésima bombilla del flexo de mi escritorio, ultimo detalles para la cita semanal. Un poco más de jalea real. Necesito relajarme, tirarme en la cama un rato, gritar. Pero ahí está mi madre, en su butaca, vigilando cual carcelero malhumorado. Abogado del estado, puestazo. Esta oposición es el premio que todos en mi entorno codician y que a mí ya me da un poco igual. Seguro que es hasta divertido, pero nada comparado con escapar de mi celda, los fines de semana de dos días. Volver a apreciar el significado de la palabra cantar. Y otra vez martillazos en el piso de abajo.

 

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