Alergia

Lola Sanabria García · Madrid 

Mamá lo llama catarro, pero es un premio incómodo de la naturaleza. Yo trabajaba como detective privado en la jurisdicción de Margarita. Una ocupación de bombilla y luz macilenta de cine, pero sin el glamour ni la vida excitante de un Marlowe. Necesitaba urgentemente una reforma en mis hábitos. Y aquella noche se me ocurrió dar una vuelta por los muelles. Miraba las aguas turbias, cuando pasó aquel tipo cerca de mí y comencé a estornudar sin tregua. Corrió asustado, como si fueran tiros y lo seguí con mi automática a punto, hasta darle caza. Resultó ser un mafioso. Después vinieron otros casos. Siempre me ocurre igual. Sufro algún tipo de alergia al mal. Decidí aprovecharlo y hacer el bien. Estudié para juez. No falla: entra un culpable en la sala y no paran los estornudos y el lagrimeo hasta que se lo llevan esposado. A más maldad, más estornudos.

 

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