Acoso

José Agustín Navarro Martínez · Alicante 

Dispense que le atraquemos así, en pleno catarro, señor abogado. Pero es usted una eminencia, un buen hombre, el flamante ganador del Premio de Derechos Humanos. Tiene que ayudarnos. Quién si no. Se trata de un asunto complicado, peliagudo, escabroso, sin duda de jurisdicción nacional. Verá, mi familia está siendo víctima de acoso inmobiliario. Hace años que el arrendador nos prometió una reforma, pero lo cierto es que no arreglan las goteras, ni el ascensor, y la luz proviene de una única bombilla. Pero ahí no acaba. La semana pasada contrataron un fantasma para atemorizarnos. Sí, sí, lo que oye, un fantasma. Cada noche el espantajo deambula por nuestro dormitorio desregulando nuestro sueño, ninguneando nuestro déficit de vida, escrutando los enseres mercadeables. Antes de marcharse, abre la ventana de par en par, nos desarropa por completo, y susurra con cinismo: “Buenas noches. Soy la mano invisible de Adam Smith”.

 

 

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