Imagen de perfilCONTICINIO

Nicolás Montiel Puerta 

Cuando las luces se apagan y las puertas se cierran, ella se quita la venda de los ojos, deja caer la espada y la balanza y, de paso, la túnica, y deambula desnuda por su palacio. Bajo sus pies descalzos siente una frialdad aliviadora, que le calma el dolor de cabeza que la diversidad de las voces de abogados, procuradores, acusados, víctimas, demandantes y demandados le perpetúan día tras día. Todos la invocan con carácter urgente, buscando la seguridad que se le presume, para fortalecer sus postulados y pretensiones. Pero ella está cansada, y el reflejo que el espejo del vestíbulo le devuelve agudiza las arrugas que la responsabilidad, el paso del tiempo y la vileza de los hombres han perpetrado en su rostro.
Antes de acostarse, en acto de contrición, lamenta sus errores y se duerme pensando que es imperfectamente inmortal.

 

+51

 

Queremos saber tu opinión

44 comentarios