Imagen de perfilAbogado estival

Marta Trutxuelo García 

El tiempo apremiaba. La súplica dibujada en el rostro de mi cliente me acuciaba. Así funcionaba mi mente, curtida en el oficio a golpe de juicio rápido, por lo que me lié la toga a la cabeza y me zambullí entre la multitud. Como medida cautelar usé mi capacidad para identificar sólo lo primordial y así hallé la información pertinente. El glosario explicativo era infinito pero mi poder de lectura rápida fue crucial para sentenciar de igual o más acelerada manera, si cabe
– ¡Mi héroe! Has encontrado mi favorito, aplaudió mi mujer cuando le llevé su helado preferido tras abandonar el abarrotado local del centro de Manhattan.
Otro cliente satisfecho… un buen abogado no descansa ni en verano.

 

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