Imagen de perfilUn déjà vu.

MIGUEL ANGEL ROMEO IBÁÑEZ · ZARAGOZA 

Lo recuerdo con nitidez, como si fuera ayer. Es de noche, veo luz. Me levanto. Me paro en el umbral de la puerta. Mi padre, sentado en su despacho, rodeado de su colección de libros jurídicos, enfrascado en redactar su enésimo escrito de alegaciones. Levanta la cabeza, me mira, me dice: «Nunca seas abogado» y me guiña un ojo. Nada más. Y vuelve de nuevo a su mundo. Nunca supe su intención. Si era su manera de protegerme, de evitarme sinsabores y noches en vela, o simplemente sabía que, dijese lo que dijese, yo seguiría sus pasos. Ahora, sentado en su despacho, veo a mi hija en el umbral y lo entiendo todo. Lo veo en sus ojos, en su mirada. Le digo: «Nunca seas abogada» y le guiño un ojo. Me envuelve una sensación agradable, como un déjà vu…

 

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