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Marian Briceño 

Hoy es mi último día en el bufete y no puedo evitar emocionarme mirando la foto del escritorio.

—¿El de la foto es usted, verdad Don Julio? —me dice el joven becario que acaba de asistir a mi último juicio como abogado de oficio.

—Sí hijo, los años no perdonan.

Por un instante pierdo tanto la orientación temporal como espacial observando la imagen de antaño. Petrificado en el tiempo, el adonis en blanco y negro mira fijamente a su yo futuro, viejo y vulnerable. El becario me mira horrorizado al comentarle que las robustas butacas de escay eran de color morado. Hace años fueron sustituidos por unas sillas frágiles de una firma sueca de cuyo nombre no quiero acordarme.

—Todo ha cambiado, menos la defensa.

—¿La defensa, Don Julio?

—Sí, da igual a quien representas, la defensa siempre ha de ser robusta, incluso para aquellos beneficiarios de justicia gratuita.

 

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1 comentario

  • Los años pasan y nunca son en balde, el cuerpo paga su tributo con achaques y debilidades, el empuje nunca puede ser el mismo. El puesto que se deja debe ser ocupado por sangre nueva, lo que no quita para que, en ese traspaso, haya sabios consejos que transmitir, como la idea de que la defensa y la justicia siempre deben prevalecer, por mucho que cambien los actores, las modas o el mobiliario.
    Un abrazo y suerte con estos buenos consejos, Marian