Dedicación.
Javier López Vaquero · MadridLa chaqueta raída, barba de varios días y unas ojeras hilvanadas con el hilo de la madeja de muchas noches sin dormir, ofrecían un aspecto de maleante, pero era uno de los nuestros.
Adujeron incumplimiento de contrato cuando lo despidieron. Me dió mucha lástima, pero en los cinco años que trabajé a su lado, apenas ganó un par de casos.
Admiraba su fé y su seguridad. Siguió luchando, ahora por libre.
Por las tardes se le veía en el parque mezclado entre el enjambre de niños, sentado en su taburete, preparando nuevos casos que nunca llegaban.
Años más tarde apenas lo reconocí cuando fuí a visitar a un familiar internado en un psiquiátrico. Decía que ahora cazaba. Buscaba al presunto inocente.