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RAFAEL CAMARASA BRAVO 

Hoy hemos vaciado el bufete de mi padre. Mi hermano, jurista como él, ha querido quedarse con el legajo de un sumario importante que llevó. Yo he aceptado, pero antes he fingido hacer una consulta al viejo expediente y he buscado el folio 501. Recuerdo aquel día. Papá desayunaba en la mesa del despacho de casa una rebanada de pan con mermelada, al tiempo que revisaba unos papeles. Me asomé para decirle que me iba al colegio y, al despedirse con la mano, un poco de mermelada cayó sobre una hoja. “Folio 501. Sellado y compulsado”, dijo aplastando con el puño la mancha, mostrándome ese punto payaso que tanto me hacía reír. Ahora vuelvo a casa dando un rodeo. Viejas imágenes se agolpan en mi cabeza. En mi bolsillo, llevo un folio manchado de mermelada seca. “Tienen un valor jurídico incalculable”, ha dicho mi hermano refiriéndose a los otros papeles.

 

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