Vidas

Rafael Fontán Tirado · Madrid 

Desde pequeño se acostumbró a impartir justicia. Siempre ecuánime, su rectitud y su imparcialidad llamaron la atención ya en el colegio, donde lo mismo ejercía de juez en los concursos infantiles de belleza, como de árbitro en los partidos de fútbol de profesores contra alumnos. Durante su etapa universitaria, no era difícil verle prestar asistencia a los tribunales de exámenes de cursos inferiores, y en la urbanización donde vivía, ya mayor, se aceptaban con naturalidad sus veredictos sobre cuál era, en las fiestas patronales, el mejor gazpacho o el mejor postre, fuera éste pastel, tarta o yogur. Disparado por la providencia hacia la judicatura, la sinrazón de la vida fue, sin embargo, no permitirle aprobar la oposición, que acabó abandonando tras nueve intentos fallidos. Hoy, con cuarenta años, ejerce como abogado, pero se limita a declaraciones de la renta y a recurrir multas de tráfico. Dice que es su vocación.

 

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