Un mal trago

Ferran Varela · Barcelona 

Cuando me llamaron para la asistencia en comisaría y me dejaron a solas con él, decidí que no llevaría el caso. Vi en sus ojos que era culpable. Le llamaban “el chef”, porque todas sus víctimas habían muerto mientras comían. Un gazpacho, un filete, un yogur… todo aliñado con un poquito de veneno, para darle sabor. El problema era que no habían averiguado ni cómo ni cuándo envenenaba los platos, así que era difícil desvirtuar la presunción de inocencia. Saldría absuelto, el muy desgraciado. Pero yo no participaría en esa sinrazón. Intenté mostrarme ecuánime mientras le explicaba mi postura, pero debió leer el desprecio en mi rostro. Me miró con tal intensidad que se me secó la garganta. Carraspeé, nervioso, y tomé un sorbo del vaso de agua que estaba sobre la mesa. Cuando alcé la vista, me lo encontré sonriendo. Después noté un sabor raro en la boca.

 

 

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