Sí, quiero

Marcos Dios Almeida · Vilaboa, Pontevedra 

Mi padre, el estoico cardenal, se presentó en mi boda vestido de encarnado y con birrete incluido dispuesto a aguarnos la fiesta en nombre de Dios. No recuerdo las palabrotas que salieron de su boca mientras argumentaba que aquello era contranatural, pues, cuando el energúmeno se cansó de gritar, yo enarbolé la multicolor bandera de un orgullo que, más allá de banderolas o tocados, se basa únicamente en el amor. Y entonces le hablé como el jurista que soy, aseverando que aquello era legal y que lo incorrecto sería negarnos a mí y a mi pareja aquel derecho secular. Pero el sermoneador no quería parar, y como yo ya había previsto tan incómoda intromisión hice una seña a un policía que procedió a la detención del purpurado, haciendo caso omiso de sus quejas. Y todos aplaudieron, y nosotros, cónyuges libres y soberanos, nos besamos para decirnos el sí quiero final.

 

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