Remordimientos

Javier Yuste González · Pontevedra 

Empinaba el codo con mi tercer Frangélico, dejándome arrastrar en la vorágine de aquella abominable boda de la que he olvidado la razón por la cual asistí. Pero hay cosas que nunca se olvidan, como el padre de la novia correteando de una esquina a otra del enorme salón, henchido de orgullo cuan pavo ignorante de su triste destino en la víspera de Navidad; o como cuando diez tipos enfundados de negro, con la palabra “Policía” a la espalda, irrumpieron en el banquete como fans enloquecidas sobre el mocoso Justin Bieber pretendiendo ser concebidas por transferencia, procediendo a la detención del novio que les dedicaba preciosas palabrotas. -¡¿Un abogado!? –era el gemido de la recién desposada. “Casi” me emociono. Nadie parecía tener birrete… -¡Yo mismo! –me sorprendí de pie y tambaleándome peligrosamente-. ¡Me siento mal por solo haberos metido billetes de monopoly en el sobre! ¡Lo que puede el remordimiento!

 

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