Ceremonias

Carlos Pérez Álvarez · Santa Cruz de Tenerife 

Aquel iba a ser, sin duda, el día más feliz de su vida. Tras lanzar al aire el horrendo birrete que le quedaba como un desafortunado ornamento en Ascot, se abrazó con sus compañeros de abogacía y corrió hasta su casa. Le esperaba una ceremonia aún mayor: su boda. De punta en blanco apareció en el juzgado. Allí esperó a su pareja hasta el punto que ya era imposible acceder con los incisivos frontales a la curvatura de sus uñas. Los invitados, ante la ausencia de los “sí quieros” se conformaron con escuchar alguna que otra palabrota cuando le comunicaron la noticia de la detención. Nunca se imaginó que se estrenaría como abogado el mismo día de su graduación. Y menos aún, que la policía tomara esas medidas en el día del orgullo gay.

 

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