Causa perdida

Rosa María Lorente Gil · Orihuela (Alicante) 

Pocos meses después de tu detención en plena gran vía y posterior encierro en el psiquiátrico, saliste empastillado pero más poeta que nunca. Desde tu renovada libertad retomaste con orgullo tu oficio de abogado de causas perdidas. Huyendo de aburridos pleitos, congresos y birretes nos conocimos e inevitablemente nos enamoramos bajo la luz primaveral de un tren de cercanías. Tu diagnóstico nunca fue secreto de sumario para mí. Conviví contigo y con tus crisis. Me confesaste abrumado que el amor te había salvado. Tres primaveras después, aquellos dos abogados que apenas veían en el matrimonio un contrato empezaron a organizar con ilusión su boda. Te fuiste un mes más tarde, “recomendación del psiquiatra” me susurraste en la distancia. Nunca pronuncié tantas palabrotas seguidas ni lloré tanto. Aprendí dos cosas, las separaciones no tienen nada de poéticas y hay locos que cometen sus peores locuras estando cuerdos.

 

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