Grana y oro

Felipe Martín Vegas · Badajoz 

Saltaba al ruedo, pisaba el albero. Se enfrentaba aquella tarde a su primer Mihura. Había decidido recibirlo a puerta gayola, con sus rodillas hincadas en la arena. Su toreo de salón no caería en balde. La taleguilla bien ajustada, las manoletinas recién lustradas, de grana y oro, y un rezo a la Virgen de la Macarena. Así sería su puesta de largo. Nunca pudo cumplir su sueño, cambió la Plaza de las Ventas por la Sala Tercera de lo Penal. En unos segundos tomaba la alternativa, con el informe del Fiscal en la mano y la toga a enfundarse en la otra, se disponía a evitar la condena a su primer defendido. El reo había robado una maqueta bañada en oro, réplica de la sevillana Puerta del Príncipe. ¿Qué castigo se merecía otro amante de las verónicas, los pases de pecho y el temple con la mano izquierda?

 

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