El porvenir

Jara Rupérez Martínez 

A Toni Marcciano le atraía intensamente el cuerpo de reloj de arena de la abogada. Había esperado casi dos horas en la sala de interrogatorios sin abrir la boca, y su sorpresa fue mayúscula cuando la vio aparecer. El letrado de costumbre había sufrido un misterioso accidente y se encontraba en el hospital; pero le había pasado a ella, mucho más joven y hermosa, un informe detallado de los asuntos de la familia. Cuando la vio entrar en la sala, Toni Marcciano, pensó que una mujer así podía aliviar la más cruel de las condenas. Sonrió melosamente al escuchar su voz y se imaginó envejeciendo a su lado; como un viejecito, envuelto en un chándal de terciopelo, introduciendo la maqueta a escala de un barco de madera dentro de una botella, mientras ella se encargaba de preparar, cuidadosamente, cada una de las defensas de sus futuros juicios.

 

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