Un accidente

Pilar Talamanca López · Madrid 

El abogado insistió. Según constaba en el expediente el cachorro mordió el flotador y la mujer se hundió irremediablemente en el agua. No sabía nadar. Fue el acusado – su yerno – quien se preocupó al no responder ella al teléfono y decidió pasarse por su casa. La encontró flotando en el agua mecida por los juegos de su perro. Salvó al animal y lo intentó con la mujer empujándola hacia el borde de la piscina agarrándola del cuello queriendo, sin éxito, sacarla de allí. De ahí esas marcas y arañazos. La providencia del juez contenía informes forenses que demostraban que aquella mujer había tomado sedantes. Lo hacía habitualmente. Calmaba sus nervios automedicándose. Su relación era afable. ¿Por qué matarla? El culpable era el perrito y la muerte un simple accidente veraniego. Que el fuera adiestrador de perros era llevar muy lejos la sospecha. Pidió se le declarase inocente.

 

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