Noche de agosto

Manuel Merenciano Felipe · L Eliana (Valencia) 

Es noche de agosto, húmeda y limpia. Tendida sobre el césped, me abstraigo contemplando la lluvia de estrellas. Siento una inmensa plenitud. Mamá tiene razón: somos unas privilegiadas, como tocadas por la Divina Providencia. Mi destacado expediente me ha permitido ascender a la Magistratura, y papá acaba de heredar una ingente fortuna. El destello de las luciérnagas fragmenta en puntos la oscuridad. Durante unos instantes pienso también en los desdichados, en los desvalidos. La vida es injusta y desigual. Rudy, nuestro cachorro, duerme acurrucado bajo el farolillo del porche. A ratos se le escapa un gracioso gemido. Cierro los ojos; el susurro de las hojas acrecienta mi sensación de paz. Suena el teléfono móvil. Es mamá; está de guardia en el juzgado. Habla muy bajito; quiere saber si al final pinché el flotador. El agua borbotea en la piscina. Mansamente, emerge a la superficie el cuerpo inflado de papá.

 

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